sábado, 7 de diciembre de 2013

EL DUELO - DUELO MASIVO

La existencia de gran cantidad de cadáveres después de un desastre crea incertidumbre y temor en la población que, a veces, se exacerban por las informaciones inexactas sobre el peligro de epidemias que representan. También existe tensión y un sentimiento de duelo generalizado; el caos reinante y el clima emocional pueden generar conductas de difícil control. Esta situación requiere de intervenciones psicosociales individuales y comunitarias apropiadas.


El manejo y la disposición de cadáveres es un problema con serias implicaciones psicológicas para la familia y los sobrevivientes, además de otras consideraciones políticas, socioculturales y de salud. También involucra derechos humanos que no pueden ser obviados.

EL DUELO

Es de esperarse que después de la muerte de uno o varios seres queridos se presente la tristeza, el sufrimiento y la aflicción. El período de duelo es aquél en el cual la persona asimila lo sucedido, lo entiende, lo supera y reconstruye su vida. Éste es un proceso normal que no debe apresurarse ni tratar de eliminarse, así como tampoco considerarlo como una enfermedad.

El duelo se vivencia con una mezcla de tristeza, angustia, miedo e ira; en el momento más crítico llega a los extremos del dolor emocional muy intenso y la desesperación. Después viene el alivio progresivo y concluye con expresiones de confianza y esperanza renovadas.

El proceso de duelo implica:

Liberarse o dejar atrás la relación con la persona fallecida,
Adaptarse al mundo en otras condiciones, y
El esfuerzo por establecer nuevas relaciones.

El modo de afrontar la pérdida y llevar el duelo adecuadamente está en estrecha relación con los siguientes factores:

La personalidad del sobreviviente y la fortaleza de sus mecanismos de defensa,
La relación con el fallecido,
Las circunstancias en que ocurrieron los hechos, y
La red de apoyo social (familia, amigos y comunidad).

En situaciones de muertes masivas se han descrito los miedos y sentimientos que experimentan los sobrevivientes:

Miedos prácticos: los temores a asumir los nuevos roles que le impone la desaparición de un miembro de la familia (la esposa viuda que se convierte en jefa del hogar) o el padre viudo a cargo de los hijos.

Miedos recurrentes a que pueda ocurrir algo nuevamente o que la muerte se va a cernir sobre otros miembros de la familia o la comunidad.

Enojo: se sienten molestos contra los que los murieron y lo descargan contra familiares o amigos cercanos.

Sentimientos de culpa: se sienten culpables en alguna medida de la muerte de los seres queridos. A veces, lo que suceda después de la muerte incrementa este sentimiento.

Las manifestaciones psicológicas más frecuentes en situaciones de duelo son:

Recuerdos muy vivos y reiterativos del fallecido y de lo ocurrido.
Nerviosismo o miedo, tristeza y llanto.
Deseos de morir.
Problemas con el sueño y el apetito.
Problemas de memoria y para la concentración mental.
Fatiga y pocas motivaciones y dificultades para retornar al grado normal de actividad.
Tendencia al aislamiento y la soledad.
Mezcla de sentimientos o emociones como: reproche a sí mismo, inculpar a otros, frustración, impotencia, enojo, sentirse abrumado, etc.
Descuido del aspecto y la higiene personal.
Manifestaciones corporales como: mareos, náuseas, dolor de cabeza, opresión precordial, temblores, dificultad para respirar, palpitaciones, sequedad en la boca y aumento de la tensión arterial.

EL RITO FUNERARIO

Los rituales implican el uso simbólico de movimientos y gestos corporales para expresar y articular significados en torno a una situación social. Se usan para estructurar la sociedad, iniciar a la gente dentro de una comunidad, aportar guías para el comportamiento humano, dar significación a aspectos importantes de la vida, marcar transiciones y conectar la emoción y la razón a través de una acción o un acto físico.

Los rituales son pilares de la organización social y constituyen formas de comunicación dentro de la cultura cuya función es mantener el control de eventos que, de otra forma, podrían causar graves trastornos en el desempeño social del grupo.

EL VALOR SIMBOLICO DEL CADAVER Y LA SEPULTURA

Es evidente en la somera revisión que acabamos de efectuar que el cadáver tiene un valor simbólico de gran fuerza para familias y comunidades de todas las culturas y credos.

Es evidente en la somera revisión que acabamos de efectuar que el cadáver tiene un valor simbólico de gran fuerza para familias y comunidades de todas las culturas y credos.

Este valor simbólico proviene del poder de evocación que tiene el cadáver como objeto material y que se explica porque nuestra noción de realidad se basa en la imagen que tenemos de los objetos y, en general, de su percepción a través de los sentidos. La cultura se construye sobre las bases simbólicas determinadas por el estrecho e indisoluble vínculo entre el objeto y su representación.

En este sentido, la vinculación que los miembros de una familia mantienen con sus muertos es de tipo simbólico y religioso, y se establece a través de los objetos materiales que los evocan; este significado no existe por fuera de dicho poder de evocación.

EL DUELO Y LOS RITUALES EN SITUACIONES DE DESASTRES

Diversos estudios revelan las dificultades del duelo en los casos de desaparición, agravada en los casos en que se sospecha homicidio político o de otra índole, por ideas no verificables ni desechables de sufrimiento y dolor infligidos al ser querido al no disponer del cuerpo debidamente identificado. El que no se puedan realizar los rituales condena a la familia a una segunda muerte, la muerte simbólica de su ser querido, al carecer tan siquiera de una tumba que perpetúe su nombre y le dé la dignidad social que implica el reconocimiento de la identidad y su inscripción en la cadena generacional de una familia.

La falta de identidad del fallecido implica, además, que los familiares y relacionados no pueden dar sepultura al cuerpo según los ritos preciados y llorar su pérdida para dar curso a la disolución de la investidura afectiva sobre el cadáver, tan cercano aún a la persona que se recuerda como si estuviera viva.

El hecho que no se pueda verificar de manera concreta qué le ha sucedido y los hechos alrededor de la muerte, crea un vacío que da lugar a dolorosas e interminables fantasías. No menos importante es la necesidad de contar con la certificación de la defunción que permitirá a los deudos movilizar patrimonios y ejecutar los efectos civiles de una declaración de muerte.

Cuando se producen muertes masivas, desapariciones, así como cadáveres no identificados, este proceso se altera y no se pueden cumplir las diferentes facetas del mismo; incluso, en muchos casos, no se dispone del cuerpo y se produce una sensación de vacío, de “duelo frustrado o no resuelto”.

Las circunstancias que hacen más difícil enfrentar un proceso de duelo son:

Desapariciones,
Imposibilidad de reconocer los cadáveres,
Enterramientos colectivos,
Masacres, y
Los que, aunque supieron de la muerte y pudieron realizar un entierro, pero tienen muchos sentimientos de ira debido a lo brutal e injusto de la misma.

TRASTORNOS PSIQUIATRICOS EN LOS SOBREVIVIENTES

Se ha demostrado que sólo algunos sujetos experimentan problemas más graves o duraderos que podrían calificarse como psicopatología.

Algunas manifestaciones síquicas son la respuesta comprensible ante las experiencias traumáticas vividas, pero también pueden ser indicadores de que se está presentando una condición patológica (sobre todo en condiciones de duelos alterados).

 
La valoración debe hacerse en el contexto de los hechos, determinando si se pueden interpretar como respuestas “normales o esperadas” o, por el contrario, identificarse como manifestaciones psicopatológicas que requieren un abordaje profesional.

Algunos criterios para determinar si una expresión emocional se está convirtiendo en sintomática son:


Prolongación en el tiempo,
Sufrimiento intenso,
Complicaciones asociadas (por ejemplo, una conducta suicida), y
Afectación significativa del funcionamiento social y cotidiano de la persona.

Entre los efectos tardíos se reportan duelos patológicos que se expresan como depresión, trastornos de adaptación, manifestaciones de estrés postraumático, abuso del alcohol u otras sustancias adictivas y trastornos psicosomáticos.

El estrés postraumático es un trastorno de tipo tardío o diferido que aparece como consecuencia de acontecimientos excepcionalmente amenazantes o catastróficos; se inicia después del trauma con un período de latencia cuya duración varía desde unas pocas semanas hasta los seis meses. En muchas ocasiones, más que un cuadro completo de estrés postraumático, aparecen sólo algunos síntomas del mismo

Evocación del acontecimiento traumático (revivir el acontecimiento): recuerdos recurrentes e intrusos, pesadillas, flashbacks.
Evitación de estímulos asociados con el traumatismo: esfuerzos para evitar conversaciones, situaciones, lugares o personas que recuerden el acontecimiento.
Disociación: sensación subjetiva de embotamiento o ausencia de la realidad, aturdimiento, como en un sueño. No poder recordar aspectos importantes del trauma.
Disminución de la capacidad de respuesta al mundo exterior: incapacidad de sentir emociones, sensación de alejamiento de los demás.
Aumento de la activación: estado aumentado de alerta, irritabilidad o ataques de ira.
Ansiedad significativa: en ocasiones, estallidos agudos de miedo o pánico.
Depresión: es frecuente la ideación suicida.
Insomnio.
Síntomas vegetativos.
El consumo de alcohol o drogas puede ser un factor agravante.

También se ha reportado el incremento del índice de suicidios en los períodos posteriores al deceso masivo de personas como consecuencia de desastres naturales o crímenes de guerra.

¿QUÉ HAY QUE HACER?

Tenga en cuenta que con el tiempo, de manera aproximada se ha fijado en 3 a 12 meses, la persona acepta la realidad y se dispone a continuar su vida, se atenúan los síntomas hasta que logra un equilibrio emocional y se establecen alternativas de solución.

Trabajar por intentar animar a la persona que sufre el duelo a que exprese sus sentimientos de pérdida.

Fortalecer la autoestima.

Intentar averiguar las reacciones previas frente al duelo, lo cual da una idea de cómo las personas se han defendido antes.

Ayudar a superar la negación, confrontando a la persona con la realidad y ayudándole a analizar las perspectivas de una vida que debe continuar, a pesar de la pérdida.

Reforzar los recuerdos positivos del fallecido.

Apoyar y ayudar a rituales de aceptación.

Reiniciar las actividades sociales, como prácticas religiosas, deportivas, recreación familiar, etc.

Para los niños sobrevivientes se recomienda:

Una estrategia de recuperación psicosocial flexible y no profesionalizada.
Considerar la escuela, la comunidad y la familia como espacios terapéuticos fundamentales. Los maestros, el personal comunitario, los grupos de mujeres y los grupos de jóvenes se convierten en agentes de trabajo con los menores.

Fortalecer la capacitación, la atención y la motivación del personal que trabaje con niños.

Las técnicas grupales lúdicas son instrumentos esenciales para la recuperación psicosocial de los niños.

Deben combinarse con la recreación y el deporte.

Favorecer, lo antes posible, el retorno a la vida normal incluyendo la escuela.

Aprovechar las tradiciones populares en lo referente a los cuidados y la atención de los menores afectados.

INFORMACION VERAZ, ADECUADA Y OPORTUNA

Las autoridades y líderes comunitarios deben estar preparados para ofrecer información directa ya sea individual o en grupos, así como para responder preguntas y disponerse a la búsqueda de soluciones.

Los medios de comunicación se caracterizan por una dualidad en su naturaleza; por un lado, son empresas lucrativas y por otro, tienen una enorme responsabilidad social por el servicio público que brindan.

Las informaciones sobre desastres y grandes cantidades de muertos son explotadas, frecuentemente, como sucesos noticiosos potenciando lo inédito, lo extraordinario o inaudito; incluso se puede manipular cierto interés morboso del público. Sin embargo, se debe insistir en el perfil ético y los aspectos de sensibilidad humana con que se debe manejar la información sobre estos acontecimientos; el objetivo debe ser una noticia veraz y responsable que sea capaz de orientar correctamente.

Para las tareas de información es importante buscar el apoyo oportuno de vecinos y organizaciones comunitarias que tienen, además de talento humano, un gran conocimiento de la población y sus costumbres.

FILIPINAS. La lucha por la supervivencia tras el paso devastador del tornado

"Nos matan por arroz, no piden dinero, pero si sospechan que tienes comida, estás muerto. Entran pistola en mano y disparan sin preguntar". Es el escalofriante relato de Felipe, un aterrado residente de Guiuan, en la isla de Samar, una localidad también arrasada por el tifón 'Haiyan'.
 
Testimonios como el suyo son una alerta de socorro al mundo para que llegue con urgencia la prometida ayuda humanitaria, ya que en muchas zonas de Filipinas no hay ni agua potable ni comida y la gente está desesperada. Su hermano Joselito le secunda: «Los ladrones armados no tienen piedad, se han llevado lo poco que teníamos, pero quieren más. Si os vais, estamos muertos». Se refiere a los miembros de Médicos sin Fronteras que han llegado con sus equipos. «El daño es muy extenso y las necesidades, enormes», dice el portavoz de la ONG.


Al drama humanitario de los supervivientes, se ha sumado en las últimas horas la aparición de la guerrilla. El movimiento de insurrección NPA (New People Army) -grupo comunista filipino, radicado sobre todo en Mindanao y las islas Bisayas, muy afectadas por el tifón- tiene hambre. Sus miembros, que suelen esconderse en las montañas, están armados, entrenados para la supervivencia extrema y ya no tienen nada que perder, para alarma de civiles y cooperantes. "Saquean los convoyes de ayuda humanitaria, yamenazan con secuestros. Sin escolta, estamos en peligro, hasta la policía tiene miedo. Ellos son muchos y nosotros muy pocos", ha dejado escrito el fotoperiodista Reynan Villena.

Nadie se acostumbra a tantas escenas de horror. Ni siquiera los equipos de rescate tras desastres naturales."Nunca he visto nada igual, ni el infierno puede ser tan cruel", expresa conmovido el pastor Les Tilka, de la ONG estadounidense Samaritans Purse. "Huele a muerte... Es tan desagradable, que los tres voluntarios que hemos acudido tuvimos que parar varias veces para vomitar"

Hay infinitas hileras de fallecidos, rodeados de moscas y en estado de descomposición. Los cuerpos se apilan como sacos, se pudren sin que nadie se ocupe de ellos.

La necesidad de huir de la desgracia está causando escenas dramáticas en el aeropuerto de Tacloban. Personas desesperadas han destrozado las vallas de seguridad del recinto, lanzándose en masa a la plataforma para subirse a los aviones. Los soldados y la policía han vivido una auténtica batalla campal entre civiles enloquecidos. Helen Cordial no ha podido subir aún a un avión. Ayer imploraba inútilmente y de rodillas a los hieráticos soldados. "Por favor, soy diabética, os lo suplico... ¿Es que queréis que me muera aquí?". Pero son demasiadas las personas que quieren volar y las plazas, limitadas.


A pesar de que al menos una docena de aviones militares de EEUU y de Filipinas ha llegado en los últimos días a Tacloban y Cebú, C. Pedrosa, funcionario del Departamento de Ayuda de esta ciudad, lamentaba ayer que es insuficiente. "La gente está vagando por la ciudad, buscando agua y comida. Ya no queda gasolina, y no hay modo de desplazarnos. Están enfermos, y hambrientos, pero ni siquiera pueden ejercer su oficio: pescar. El mar, plagado de cadáveres y contaminado, ya no es una opción. No hay tiendas ni supermercados. El destrozo físico y mental es tan brutal, que» han saqueado todo y ya no confían en nadie, es peor que una guerra".
Los supervivientes describen ciudades fantasma, sin ley, sin autoridades capaces de distribuir la ayuda enviada, y con una total ausencia de planificación.
Víctimas, voluntarios, psicólogos, médicos, expertos en catástrofes, militares, periodistas y todo aquél que forma parte de este drama sin precedentes, experimentamos la incertidumbre del día siguiente, con absoluto pavor y tristeza. Las noticias no siempre son buenas, y en Filipinas, aterran.


Bibliografia:


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