
El manejo y la disposición
de cadáveres es un problema con serias implicaciones psicológicas para la
familia y los sobrevivientes, además de otras consideraciones políticas,
socioculturales y de salud. También involucra derechos humanos que no pueden
ser obviados.
EL DUELO
Es de esperarse que
después de la muerte de uno o varios seres queridos se presente la tristeza, el
sufrimiento y la aflicción. El período de duelo es aquél en el cual la persona
asimila lo sucedido, lo entiende, lo supera y reconstruye su vida. Éste es un proceso
normal que no debe apresurarse ni tratar de eliminarse, así como tampoco
considerarlo como una enfermedad.
El duelo se vivencia
con una mezcla de tristeza, angustia, miedo e ira; en el momento más crítico
llega a los extremos del dolor emocional muy intenso y la desesperación.
Después viene el alivio progresivo y concluye con expresiones de confianza y
esperanza renovadas.
El proceso de duelo implica:
Liberarse o dejar atrás
la relación con la persona fallecida,
Adaptarse al mundo en
otras condiciones, y
El esfuerzo por
establecer nuevas relaciones.
El modo de afrontar la pérdida y llevar el duelo adecuadamente
está en estrecha relación con los siguientes factores:
La personalidad del
sobreviviente y la fortaleza de sus mecanismos de defensa,
La
relación con el fallecido,
Las circunstancias en
que ocurrieron los hechos, y
La
red de apoyo social (familia, amigos y comunidad).
En situaciones de muertes masivas se han descrito los miedos y
sentimientos que experimentan los sobrevivientes:
Miedos prácticos: los
temores a asumir los nuevos roles que le impone la desaparición de un miembro
de la familia (la esposa viuda que se convierte en jefa del hogar) o el padre
viudo a cargo de los hijos.
Miedos recurrentes a
que pueda ocurrir algo nuevamente o que la muerte se va a cernir sobre otros
miembros de la familia o la comunidad.
Enojo: se sienten
molestos contra los que los murieron y lo descargan contra familiares o amigos
cercanos.
Sentimientos de culpa:
se sienten culpables en alguna medida de la muerte de los seres queridos. A
veces, lo que suceda después de la muerte incrementa este sentimiento.
Las manifestaciones psicológicas más frecuentes en situaciones de
duelo son:
Recuerdos muy vivos y
reiterativos del fallecido y de lo ocurrido.
Nerviosismo o miedo,
tristeza y llanto.
Deseos de morir.
Problemas con el sueño
y el apetito.
Problemas de memoria y
para la concentración mental.
Fatiga y pocas
motivaciones y dificultades para retornar al grado normal de actividad.
Tendencia al
aislamiento y la soledad.
Mezcla de sentimientos
o emociones como: reproche a sí mismo, inculpar a otros, frustración,
impotencia, enojo, sentirse abrumado, etc.
Descuido del aspecto y
la higiene personal.
Manifestaciones
corporales como: mareos, náuseas, dolor de cabeza, opresión precordial,
temblores, dificultad para respirar, palpitaciones, sequedad en la boca y
aumento de la tensión arterial.
EL RITO FUNERARIO

Los rituales son
pilares de la organización social y constituyen formas de comunicación dentro
de la cultura cuya función es mantener el control de eventos que, de otra
forma, podrían causar graves trastornos en el desempeño social del grupo.
EL VALOR SIMBOLICO DEL CADAVER Y LA SEPULTURA
Es evidente en la
somera revisión que acabamos de efectuar que el cadáver tiene un valor
simbólico de gran fuerza para familias y comunidades de todas las culturas y
credos.
Es evidente en la
somera revisión que acabamos de efectuar que el cadáver tiene un valor
simbólico de gran fuerza para familias y comunidades de todas las culturas y
credos.
Este valor simbólico
proviene del poder de evocación que tiene el cadáver como objeto
material y que se explica porque nuestra noción de realidad se basa en la
imagen que tenemos de los objetos y, en general, de su percepción a través de
los sentidos. La cultura se construye sobre las bases simbólicas determinadas
por el estrecho e indisoluble vínculo entre el objeto y su representación.
En este sentido, la
vinculación que los miembros de una familia mantienen con sus muertos es de
tipo simbólico y religioso, y se establece a través de los objetos materiales
que los evocan; este significado no existe por fuera de dicho poder de
evocación.
EL DUELO Y LOS RITUALES EN SITUACIONES DE DESASTRES
Diversos estudios
revelan las dificultades del duelo en los casos de desaparición, agravada en
los casos en que se sospecha homicidio político o de otra índole, por ideas no
verificables ni desechables de sufrimiento y dolor infligidos al ser querido al
no disponer del cuerpo debidamente identificado. El que no se puedan realizar
los rituales condena a la familia a una segunda muerte, la muerte simbólica de
su ser querido, al carecer tan siquiera de una tumba que perpetúe su nombre y
le dé la dignidad social que implica el reconocimiento de la identidad y su
inscripción en la cadena generacional de una familia.
La falta de identidad
del fallecido implica, además, que los familiares y relacionados no pueden dar
sepultura al cuerpo según los ritos preciados y llorar su pérdida para dar
curso a la disolución de la investidura afectiva sobre el cadáver, tan cercano
aún a la persona que se recuerda como si estuviera viva.
El hecho que no se
pueda verificar de manera concreta qué le ha sucedido y los hechos alrededor de
la muerte, crea un vacío que da lugar a dolorosas e interminables fantasías. No
menos importante es la necesidad de contar con la certificación de la defunción
que permitirá a los deudos movilizar patrimonios y ejecutar los efectos civiles
de una declaración de muerte.
Cuando se producen
muertes masivas, desapariciones, así como cadáveres no identificados, este
proceso se altera y no se pueden cumplir las diferentes facetas del mismo;
incluso, en muchos casos, no se dispone del cuerpo y se produce una sensación
de vacío, de “duelo frustrado o no resuelto”.
Las circunstancias que hacen más difícil enfrentar un proceso de
duelo son:
Desapariciones,
Imposibilidad
de reconocer los cadáveres,
Enterramientos
colectivos,
Masacres, y
Los que, aunque
supieron de la muerte y pudieron realizar un entierro, pero tienen muchos
sentimientos de ira debido a lo brutal e injusto de la misma.
TRASTORNOS PSIQUIATRICOS EN LOS SOBREVIVIENTES
Se ha demostrado que
sólo algunos sujetos experimentan problemas más graves o duraderos que podrían
calificarse como psicopatología.
Algunas manifestaciones
síquicas son la respuesta comprensible ante las experiencias traumáticas
vividas, pero también pueden ser indicadores de que se está presentando una
condición patológica (sobre todo en condiciones de duelos alterados).
La valoración debe
hacerse en el contexto de los hechos, determinando si se pueden interpretar
como respuestas “normales o esperadas” o, por el contrario, identificarse como
manifestaciones psicopatológicas que requieren un abordaje profesional.
Algunos criterios para
determinar si una expresión emocional se está convirtiendo en sintomática son:
Prolongación
en el tiempo,
Sufrimiento
intenso,
Complicaciones
asociadas (por ejemplo, una conducta suicida), y
Afectación
significativa del funcionamiento social y cotidiano de la persona.
Entre los efectos
tardíos se reportan duelos patológicos que se expresan como depresión,
trastornos de adaptación, manifestaciones de estrés postraumático, abuso del
alcohol u otras sustancias adictivas y trastornos psicosomáticos.
El estrés postraumático
es un trastorno de tipo tardío o diferido que aparece como consecuencia de
acontecimientos excepcionalmente amenazantes o catastróficos; se inicia después
del trauma con un período de latencia cuya duración varía desde unas pocas
semanas hasta los seis meses. En muchas ocasiones, más que un cuadro completo
de estrés postraumático, aparecen sólo algunos síntomas del mismo
Evocación
del acontecimiento traumático (revivir el acontecimiento): recuerdos
recurrentes e intrusos, pesadillas, flashbacks.
Evitación
de estímulos asociados con el traumatismo: esfuerzos para evitar
conversaciones, situaciones, lugares o personas que recuerden el acontecimiento.
Disociación:
sensación subjetiva de embotamiento o ausencia de la realidad,
aturdimiento, como en un sueño. No poder recordar aspectos importantes del
trauma.
Disminución
de la capacidad de respuesta al mundo exterior: incapacidad
de sentir emociones, sensación de alejamiento de los demás.
Aumento
de la activación: estado aumentado de alerta, irritabilidad o
ataques de ira.
Ansiedad
significativa: en ocasiones, estallidos agudos de miedo o
pánico.
Depresión: es
frecuente la ideación suicida.
Insomnio.
Síntomas
vegetativos.
El
consumo de alcohol o drogas puede ser un factor agravante.
También se ha reportado
el incremento del índice de suicidios en los períodos posteriores al deceso
masivo de personas como consecuencia de desastres naturales o crímenes de
guerra.
¿QUÉ HAY QUE HACER?
Tenga
en cuenta que con el tiempo, de manera aproximada se ha fijado en 3 a 12 meses,
la persona acepta la realidad y se dispone a continuar su vida, se atenúan los
síntomas hasta que logra un equilibrio emocional y se establecen alternativas
de solución.
Trabajar
por intentar animar a la persona que sufre el duelo a que exprese sus
sentimientos de pérdida.
Fortalecer
la autoestima.
Intentar
averiguar las reacciones previas frente al duelo, lo cual da una idea de cómo
las personas se han defendido antes.
Ayudar
a superar la negación, confrontando a la persona con la realidad y ayudándole a
analizar las perspectivas de una vida que debe continuar, a pesar de la
pérdida.
Reforzar
los recuerdos positivos del fallecido.
Apoyar
y ayudar a rituales de aceptación.
Reiniciar
las actividades sociales, como prácticas religiosas, deportivas, recreación
familiar, etc.
Para los niños sobrevivientes se recomienda:
Una estrategia de
recuperación psicosocial flexible y no profesionalizada.
Considerar la escuela,
la comunidad y la familia como espacios terapéuticos fundamentales. Los
maestros, el personal comunitario, los grupos de mujeres y los grupos de
jóvenes se convierten en agentes de trabajo con los menores.
Fortalecer la
capacitación, la atención y la motivación del personal que trabaje con niños.

Deben combinarse con la
recreación y el deporte.
Favorecer, lo antes
posible, el retorno a la vida normal incluyendo la escuela.
Aprovechar las
tradiciones populares en lo referente a los cuidados y la atención de los
menores afectados.
INFORMACION VERAZ,
ADECUADA Y OPORTUNA
Las autoridades y
líderes comunitarios deben estar preparados para ofrecer información directa ya
sea individual o en grupos, así como para responder preguntas y disponerse a la
búsqueda de soluciones.
Los medios de
comunicación se caracterizan por una dualidad en su naturaleza; por un lado,
son empresas lucrativas y por otro, tienen una enorme responsabilidad social
por el servicio público que brindan.
Las informaciones sobre
desastres y grandes cantidades de muertos son explotadas, frecuentemente, como
sucesos noticiosos potenciando lo inédito, lo extraordinario o inaudito;
incluso se puede manipular cierto interés morboso del público. Sin embargo, se
debe insistir en el perfil ético y los aspectos de sensibilidad humana con que
se debe manejar la información sobre estos acontecimientos; el objetivo debe
ser una noticia veraz y responsable que sea capaz de orientar correctamente.
Para las tareas de
información es importante buscar el apoyo oportuno de vecinos y organizaciones
comunitarias que tienen, además de talento humano, un gran conocimiento de la
población y sus costumbres.
FILIPINAS. La lucha por la supervivencia tras el paso
devastador del tornado
"Nos
matan por arroz, no piden dinero, pero si sospechan que tienes comida,
estás muerto. Entran pistola en mano y disparan sin preguntar". Es el
escalofriante relato de Felipe, un aterrado residente de Guiuan, en
la isla de Samar, una localidad también arrasada por el tifón 'Haiyan'.
Testimonios como el suyo son una alerta de socorro al mundo
para que llegue con urgencia la prometida ayuda humanitaria, ya que en
muchas zonas de Filipinas no hay ni agua potable ni comida y la gente está
desesperada. Su hermano Joselito le secunda: «Los ladrones armados no tienen
piedad, se han llevado lo poco que teníamos, pero quieren más. Si os vais,
estamos muertos». Se refiere a los miembros de Médicos sin
Fronteras que han llegado con sus equipos. «El daño es muy extenso y las
necesidades, enormes», dice el portavoz de la ONG.
Al
drama humanitario de los supervivientes, se ha sumado en las últimas horas la aparición
de la guerrilla. El movimiento de insurrección NPA (New People Army)
-grupo comunista filipino, radicado sobre todo en Mindanao y las islas
Bisayas, muy afectadas por el tifón- tiene hambre. Sus miembros, que
suelen esconderse en las montañas, están armados, entrenados para la
supervivencia extrema y ya no tienen nada que perder, para alarma de civiles y
cooperantes. "Saquean los convoyes de ayuda humanitaria, yamenazan con
secuestros. Sin escolta, estamos en peligro, hasta la policía tiene miedo.
Ellos son muchos y nosotros muy pocos", ha dejado escrito
el fotoperiodista Reynan Villena.

Hay
infinitas hileras de fallecidos, rodeados de moscas y en estado de
descomposición. Los cuerpos se apilan como sacos, se
pudren sin que nadie se ocupe de ellos.
La
necesidad de huir de la desgracia está causando escenas dramáticas en el
aeropuerto de Tacloban. Personas desesperadas han destrozado las vallas de
seguridad del recinto, lanzándose en masa a la plataforma para subirse a los
aviones. Los soldados y la policía han vivido una auténtica batalla campal
entre civiles enloquecidos. Helen Cordial no ha podido subir aún a un avión.
Ayer imploraba inútilmente y de rodillas a los hieráticos soldados. "Por
favor, soy diabética, os lo suplico... ¿Es que queréis que me muera
aquí?". Pero son demasiadas las personas que quieren volar y las plazas,
limitadas.
A pesar de que al menos una
docena de aviones militares de EEUU y de Filipinas ha llegado en los últimos
días a Tacloban y Cebú, C. Pedrosa, funcionario del Departamento de Ayuda de
esta ciudad, lamentaba ayer que es insuficiente. "La gente está vagando
por la ciudad, buscando agua y comida. Ya no queda gasolina, y no hay modo de
desplazarnos. Están enfermos, y hambrientos, pero ni siquiera pueden ejercer su
oficio: pescar. El mar, plagado de cadáveres y contaminado, ya no es una
opción. No hay tiendas ni supermercados. El destrozo físico y mental es tan
brutal, que» han saqueado todo y ya no confían en nadie, es peor que una
guerra".
Los
supervivientes describen ciudades fantasma, sin ley, sin autoridades capaces de
distribuir la
ayuda enviada, y con una total ausencia de planificación.
Víctimas, voluntarios,
psicólogos, médicos, expertos en catástrofes, militares, periodistas y todo
aquél que forma parte de este drama sin precedentes, experimentamos la
incertidumbre del día siguiente, con absoluto pavor y tristeza. Las noticias no
siempre son buenas, y en Filipinas, aterran.
Bibliografia:
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