sábado, 19 de octubre de 2013

CONDUCTAS DE NIÑOS (AS) Y ADOLESCENTES FRENTE A SITUACIONES DE DESASTRES

Conductas en niños, niñas y adolescente frente a eventos adversos

Los desastres pueden dejar a los niños atemorizados, confusos e inseguros. Ya sea que el niño haya experimentado un trauma en persona, lo haya visto en la televisión o haya escuchado a adultos hablar del desastre, es importante que los padres y los maestros estén informados y listos para ayudar si comienzan a presentarse reacciones a la tensión emocional.


Los niños pueden responder a un desastre demostrando temor, tristeza o problemas de comportamiento. A veces, los más pequeños vuelven a hábitos de conducta que ya habían dejado atrás, como orinarse en la cama, tener problemas para dormir y mostrar angustia ante la separación. Los niños mayores pueden mostrar enojo, agresión, tener problemas escolares o encerrarse en sí mismos. Algunos niños que sólo tienen contacto indirecto con el desastre, pero que lo presencian por televisión también pueden quedar afectados. 

Es importante saber…

La manera en que los niños reaccionan ante un desastre o una emergencia se relaciona estrechamente con la forma en que sus padres manejan la situación. Los niños perciben los temores y tristeza de los adultos. Los padres y adultos pueden hacer que los desastres resulten menos traumáticos para los niños si toman medidas para manejar sus propios sentimientos y elaboran planes para sobreponerse. Los padres son casi siempre la mejor fuente de apoyo para los niños después de un desastre. Una forma de establecer un sentido de control y crear confianza en los niños antes de un desastre es que participen y se interesen en la preparación del plan familiar para desastres. Después del desastre, los niños pueden colaborar en el plan familiar de recuperación.

Reacción de los niños ante un desastre, por edad

Del nacimiento a los 2 años. Cuando los niños todavía no saben hablar o apenas comienzan a expresarse y experimentan un trauma, no tienen palabras para describir el suceso o sus sentimientos. Sin embargo, conservan recuerdos de imágenes, sonidos u olores determinados. Los bebés pueden reaccionar ante el trauma mostrándose irritables, llorando más de lo acostumbrado o queriendo que los lleven en brazos y los mimen todo el tiempo. La mayor influencia en los niños de esta edad es la actitud de sus padres. Cuando los niños crecen, en sus juegos pueden representar elementos del suceso traumático que ocurrió varios años atrás y en apariencia había quedado en el olvido.

Preescolar—de 3 a 6 años. Los niños en edad preescolar a menudo se sienten indefensos e impotentes ante un suceso abrumador. Debido a su edad y tamaño pequeño, carecen de la capacidad de protegerse a sí mismos o a los demás. Como resultado, sienten un gran temor e inseguridad respecto a quedar separados delas personas que los cuidan. Los pequeños en edad preescolar no comprenden el concepto de pérdida permanente. Para ellos, las consecuencias son reversibles o permanentes. En las semanas posteriores a un suceso traumático, los niños en edad preescolar recrean en sus juegos el incidente o desastre una y otra vez.

Edad escolar—de 7 a 10 años. El niño en edad escolar posee la capacidad de comprender la permanencia de la pérdida. Algunos niños se preocupan mucho por los detalles de un suceso traumático y desean hablar constantemente de ellos. Esta preocupación puede afectar la concentración del niño en la escuela y provocar una baja en su rendimiento académico. En la escuela, los niños pueden oír información imprecisa que comentan sus compañeros y exhibir una amplia gama de reacciones: tristeza, miedo generalizado o temores específicos de que el desastre vuelva a ocurrir, sentimientos de culpabilidad por haber actuado o no haber actuado durante el desastre, enojo por que no se impidió el suceso o fantasías de ser héroes.

De la pre adolescencia a la adolescencia—de 11 a 18 años. A medida que los niños van creciendo, adquieren una comprensión más compleja del desastre. Sus respuestas se parecen más a las de los adultos. Los adolescentes pueden comportarse de manera peligrosa o arriesgada, como conducir de manera imprudente o consumir bebidas alcohólicas o drogas. Otros se muestran temerosos de salir de casa y evitan actividades que antes realizaban. Buena parte de la adolescencia se centra en ubicarse en el mundo. Después de un trauma, la visión del mundo puede parecer más peligrosa e insegura. El adolescente se siente abrumado por emociones intensas, pero no puede hablar de ellas con los demás.

¿Qué factores determinan la respuesta de los niños ante el Desastre?

A) Factores relativos al Desastre:
Cuando el desastre es severo, los niños han de enfrentarse a un gran número de  problemas: falta de comida, agua y refugio, daños en la propiedad, alojamiento  inadecuado, violencia, falta de cuidados médicos, recuerdos traumáticos, reubicación, separación de los padres, crisis económica.
 Como más severa sea la exposición traumática más extrema tiende a ser la reacción (ej. proximidad al epicentro de un terremoto, zona de impacto de un huracán, lugar de un ataque misil).
Como más cruel sea la experiencia vivida más severa será la respuesta (ej. presenciar a gente muy dañada o ver cuerpos mutilados, enfrentarse a una amenaza a la propia vida, sufrir pérdidas humanas y especialmente de familiares).
Los desplazamientos continuos también son predictivos de una peor respuesta psicológica.
Los niños sometidos a varias experiencias traumáticas son más proclives a tener más síntomas postraumáticos.

B) Factores relativos al Niño:
Edad: Las variaciones entre los diferentes estudios hace difícil generalizar. Los niños pequeños se consideran más vulnerables, con más problemas de conducta, miedos, síntomas regresivos y problemas de separación. En cambio, la depresión y la ansiedad son más características de niños mayores y adolescentes.
Este hecho reflejaría distintas maneras de expresar el mismo dominio sintomático básico en grupos con diferentes niveles de madurez cognitiva y afectiva.
Género: Los resultados son contradictorios. Algunos estudios no encuentran diferencias de género. Otros sugieren más síntomas internalizados en las niñas (depresión, ansiedad, miedos) y conductas externalizadas en los chicos (alteraciones conducta, agresiones). Las chicas tienden a ser descritas como con mayor capacidad de reacción y adaptabilidad en la infancia, pero más vulnerables en la adolescencia. 

Vulnerabilidades y alta capacidad de adaptación: Los niños con patología previa, particularmente síntomas de ansiedad y dificultades de aprendizaje, y niños que hayan sufrido más hechos traumáticos en el pasado (ej. divorcio padres, accidentes), son más proclives a tener síntomas severos después de un desastre. En contraste, los niños alegres y con alta capacidad de reacción incluso cuidan a los adultos durante y después de un estresor mayor. Suelen tener también facilidad de aprendizaje y de resolver bien los problemas.
Habilidades resolutivas: Estrategias de afrontamiento negativas o defensas más inmaduras para afrontar el estrés están asociadas con mayor persistencia sintomática a lo largo del tiempo.

C) Factores relativos a la Familia:
Reacción de los padres: La presencia de adultos cuidando a los niños durante y después de un estresor mayor está considerado el factor protector más importante y consistente.
La reacción de los padres al desastre y su habilidad para contener la ansiedad, especialmente la de la madre, está generalmente correlacionada con la severidad de la respuesta del niño.
Funcionamiento del sistema familiar: Las familias con grados extremos de cohesión (o muy disgregadas o muy rígidas), no suelen aportar un soporte apropiado que permita al niño procesar las experiencias traumáticas y alcanzar una resolución constructiva.
Cuidar el soporte, unos patrones de comunicación abierta y sensibilidad hacia las necesidades del niño permitirá a niños y padres regular un proceso adecuado y discutir hechos relativos al desastre cuando sea necesario.
Por otra parte, el estrés parental puede llevar a un grado de preocupación que implique una sobreprotección hacia los hijos, que interferirá en el proceso saludable de resolución.

D) Factores Sociales y Culturales:
Amistades: Son valiosos recursos de afecto recíproco y apoyo, asistencia mutua y seguridad emocional fuera del contexto de la intimidad familiar. También se incluirían relaciones de apoyo con profesores y otros adultos.
Comunidad: La fortaleza interna de una comunidad bajo el desastre es el resultado de la operación de varios factores y procesos: un liderazgo efectivo, cohesión social, poder institucional, servicios de emergencias disponibles, infraestructura apropiada, planes preparados de desastres y una fortaleza común que depende de factores culturales (educación, ideología)
Cultura: Algunas culturas favorecen que los niños expresen sus sentimientos displacenteros y de estrés y otras no, lo que debe ser tenido en cuenta por los clínicos cuando planean intervenciones de tratamiento, ya que la cultura media en la ideología y la identidad.
En los casos más extremos, hay culturas que permiten a los niños afrontar riesgos que transcienden a su edad (ej. niños soldados, explotación sexual).

¿COMO PODEMOS AYUDAR A LOS NIÑOS DESPUÉS DE UN DESASTRE?

Atender las necesidades emocionales del niño

El comportamiento, ideas y sentimientos de los adultos influyen en las reacciones de los niños. Los adultos deben alentar a los niños y adolescentes a compartir sus pensamientos y emociones respecto al incidente. Aclare los malos entendidos respecto al riesgo y el peligro; escuche las inquietudes de los niños y responda a sus preguntas. Mantenga una sensación de calma y valide las preocupaciones y percepciones de los niños y hable con ellos sobre planes concretos para garantizar su seguridad.

Escuche lo que le dice el niño. Si un niño pequeño hace preguntas sobre el suceso, responda con sencillez sin la elaboración necesaria para un niño mayor o un adulto. Algunos niños se tranquilizan al saber más o menos información que otros; decida qué nivel de información necesita su hijo en particular. Si el pequeño tiene dificultades para expresar sus sentimientos, permita que haga un dibujo o cuente una historia de lo que ocurrió.
Trate de comprender qué es lo que causa la angustia y el miedo. Recuerde que después de un desastre, lo que más temen los niños es que:
  • El suceso vuelva a ocurrir.
  • Alguien cercano a ellos muera o resulte herido.
  • Se queden solos o separados de la familia.

Tranquilizar a niños después del desastre

Las siguientes sugerencias son para tranquilizar a los niños:
  • El contacto personal es tranquilizador. Abrace y acaricie a sus hijos.
  • Con calma, proporcióneles información objetiva sobre el desastre reciente y los planes para garantizar su seguridad y recuperación.
  • Aliente a sus hijos a que expresen sus sentimientos.
  • Pase más tiempo con sus hijos; por ejemplo, a la hora de acostarlos.
  • Restablezca su rutina diaria para el trabajo, escuela, juegos, alimentos y descanso.
  • Asigne a los niños tareas específicas para que participen y sientan que están ayudando a que la vida familiar y comunitaria se restablezca.
  • Elogie y dé reconocimiento al comportamiento responsable.
  • Entienda que sus hijos tendrán toda una variedad de reacciones ante los desastres.
  • Aliente a sus hijos a participar en la actualización del plan familiar para desastres.

Si ha tratado de crear un ambiente tranquilizador, según las indicaciones anteriores, pero su hijo continúa muy tenso, o si las reacciones empeoran con el tiempo o afectan el comportamiento diario en la escuela, el hogar o con otras relaciones, tal vez convenga consultar a un profesional. Puede conseguir ayuda profesional del médico de cabecera del niño, un proveedor de salud mental especializado en las necesidades de los niños o un clérigo.


Supervisar y limitar la exposición de su familia a los medios de comunicación

La cobertura noticiosa relacionada con un desastre puede suscitar temor y confusión y despertar angustia en los niños. Esto es especialmente válido en desastres a gran escala o ataques terroristas que provocan muchas pérdidas materiales y de vidas humanas. Especialmente con los niños pequeños, las imágenes repetitivas de un suceso pueden hacer que ellos crean que el suceso se repite una y otra vez.
Si los padres permiten que los niños vean la televisión o usen el Internet, donde aparecen imágenes o noticias sobre el desastre, los padres deben acompañarlos para estimular la comunicación y dar explicaciones. Esto puede incluir que los padres supervisen y limiten como consideren conveniente su propia exposición a la información que provoca angustia.


Usar grupos de apoyo

Los padres ayudan a sus hijos cuando adoptan medidas para entender y manejar sus propios sentimientos y maneras de enfrentar la situación. Para hacerlo, deben crear y usar los sistemas de apoyo social de la familia, amigos, organizaciones y agencias comunitarias, instituciones religiosas u otros recursos que sean de utilidad para la familia. Los padres pueden crear sus propios sistemas de apoyo social únicos para que en caso de emergencia o cuando ocurra un desastre puedan recibir apoyo y ayuda para manejar sus reacciones. Como resultado, los padres podrán dedicarse más a sus hijos y estarán mejor capacitados para apoyarlos. Casi siempre, los padres son la mejor fuente de apoyo para sus hijos en épocas difíciles. Pero para apoyarlos, los padres necesitan atender sus propias necesidades y contar con un plan de respaldo.
La preparación para un desastre ayuda a todos los miembros de la familia a aceptar el hecho de que los desastres ocurren, y brinda una oportunidad para identificar y recopilar los recursos necesarios para satisfacer las necesidades básicas después del desastre. La preparación ayuda; cuando la gente se siente preparada, enfrenta mejor los problemas, igual que los niños.




Revisar:
Asociación Mexicana para Ayuda Mental en Crisis A.C.

Centro Internacional de Psicotraumatología-International Psychotraumatology Cente

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